Blogia
CubaVive

Sentirse cubano

Sentirse cubano

Freddy Pérez Cabrera

Sentirse cubano, significa mucho más que amar la tierra donde uno nace. Es querer la patria chica, la escuela en la que estudiamos, la calle por donde transitamos, la música que escuchamos; es también compartir con los amigos lo mucho o lo poco que tengamos.

Es, igualmente, admirar y sentir respeto por nuestros héroes y símbolos patrios. Pero, además, es también despreciar y enfrentar todo aquello que perjudique y dañe al país donde nacimos, entre otras muchas otras cosas.

Pero, cuantas veces nos hemos preguntado si hacemos todo lo posible por fomentar ese sentimiento tan sublime, y tan sencillo a la vez, de querer formar parte de este pueblo, en cualquier lugar que nos encontremos, dentro o fuera de la Isla.

Si me preguntaran, dijera que no hacemos lo suficiente. Hace unos días conversaba con un niño de mi cuadra, que movía sus hombros al ritmo de un reguetón, si sabía cual era nuestro baile nacional. La respuesta fue un encogimiento mayor de su pequeño cuerpo.

Entonces recordé una anécdota contada en fecha reciente por una buena amiga, quien quedó estupefacta al escuchar la música y las canciones que amplificaban en la escuela de su nieta el pasado 20 de octubre, Día de la Cultura Cubana, nada que ver con lo mejor de nuestras tradiciones.     

Se ha dicho infinidad de veces que en la formación de los valores patrios, como en los ciudadanos, la educación y la familia resultan fundamentales. Sin embargo, algunos padres continúan esgrimiendo limitaciones materiales y la escasez de tiempo como causas de la desatención de esa función esencial, algo ilógico e injustificable.

De igual manera, a la escuela corresponde un rol primordial, para lo cual debe dejarse a un lado la espontaneidad y acometer acciones dirigidas a ese fin, en primer lugar desde la clase, aunque cualquier escenario o actividad es buena para formar esos sentimientos.

No estaría demás repasar las enseñanzas legadas a sus discípulos por el maestro del apóstol, Rafael María de Mendive, influencia que llevó a varios de ellos a levantarse contra España, y al más brillante de sus alumnos, José Martí, a escribir con solo 16 años que el amor a la patria era el rencor eterno a quien la oprimía. 

En ese sentido, resulta vital revisar todo cuanto está aconteciendo en la enseñanza de la historia, la cual, no creo que sea utilizada hoy como debiera para ser, aquello que Fidel llamó, una fuente inagotable para formar valores.

Privilegiar una historia, que junto al análisis de las causas y consecuencias de los hechos, priorice la actuación de los hombres y las mujeres que la protagonizaron. Que nos devuelva a Don Mariano Martí abrazado a los pies ensangrentados de su hijo en Presidio y a Mariana haciendo jurar a su prole ante un crucifijo, liberar a la Patria o morir todos por ella.

Más, la tarea de fomentar la cubanía no solo debe ser de la escuela y de la familia, es también de Estado. Cabría preguntarse por qué quienes deseen no pueden llevar en su pecho un pulóver con la imagen de Silvio, el Che o de algún pelotero notorio de nuestro país, en lugar de lucir a otros íconos también famosos, que poco o nada tiene que ver con nosotros.

Igual sucede con la bandera cubana. Quién no quisiera tenerla y lucirla en su escritorio o colgarla en el balcón de la casa el 26 de Julio, un Primero de Enero o cuando sienta deseos de verla flotar victoriosa. Contradictoriamente, ese lujo solo pueden dárselo algunos, porque esos estandartes son vendidos nada más que en pesos cubanos convertibles y a precios bastante elevados, por cierto.   

Facilitar el acceso a esos símbolos de la cultura cubana, también constituye una vía para formar patriotas, como lo es, asimismo, combatir los fenómenos y mediocridades que afean la imagen del cubano ante nuestra sociedad y ante el mundo. En esta tarea vale todo, porque en ella va la supervivencia de nuestro proyecto social y de la propia Revolución.

0 comentarios